Puesto que ello es así, Tat,
hemos tenido y tendremos siempre a nuestra disposición lo
que viene de Dios: pero que lo que viene de nosotros corresponda a ello y no
esté en falta; pues Dios, él, no es responsable, somos nosotros los
responsables de nuestros males, en tanto los preferimos a los bienes.
¿Ves, hijo mío, cuántos cuerpos hemos de atravesar, cuántos
coros de espíritus, y qué sucesión continua y qué cursos de astros, a fin de ir
aprisa hacia el Uno y Solo?
Porque el Bien es infranqueable, sin límite y sin fin, y en
lo que respecta a él mismo, también sin comienzo, aunque a nosotros nos parezca
que tiene uno cuando llegamos a conocerlo. Pues el conocimiento no señala el
comienzo del mismo Bien, es solamente para nosotros que comienza en tanto que
objeto a conocer. Aferrémonos pues de ese comienzo y apresurémonos en
recorrerlo todo: porque es una vía de difícil comprensión el abandonar los
objetos familiares y presentes para deshacer camino hacia las cosas antiguas y
primordiales.